El 90% de los ACV puede evitarse

El accidente cerebrovascular o ACV es una enfermedad de las arterias que llevan sangre al cerebro. Existen dos tipos de ACV: el isquémico, que se produce cuando se obstruye una arteria cerebral y por lo tanto, se produce la falta de irrigación del cerebro, o hemorrágico, que sucede por la ruptura de una de esas arterias, que genera un sangrado en el este órgano.

Esta patología puede producir alteraciones en la movilidad, el lenguaje, la visión o el pensamiento, dependiendo de la zona afectada y del momento en que se inicie el tratamiento: cuando más rápido suceda, el paciente tendrá mayores posibilidades de recuperarse.

¿Cuáles son los síntomas de un ACV?

En general, aparecen de manera súbita, por lo que es imprescindible poder reconocerlos con anterioridad. Los más frecuentes son:

  • Debilidad o falta de sensibilidad de la cara o en brazos o piernas, especialmente de un solo lado.
  • Alteraciones del habla, ya sea por no comprender o no poder expresarse correctamente.
  • Alteraciones visuales de un ojo o los dos.
  • Alteraciones del equilibrio y la coordinación.
  • Cefalea muy intensa y repentina
¿Qué hacer ante la presencia de síntomas de un ACV?

Ante la presencia de alguno de estos síntomas, es fundamental llamar inmediatamente al servicio de emergencias médicas o acudir a un centro de salud especializado. Es importante consultar aún si los síntomas desaparecieron, ya que el riesgo de volver a sufrirlos es muy alto en las primeras horas.

Una vez en contacto con los profesionales, se evaluará el cuadro y se indicará el tratamiento adecuado.

El ACV isquémico agudo puede tratarse dentro de las primeras 4 horas y media de su aparición, a través de medicación endovenosa cuya finalidad es intentar revertir o minimizar los síntomas. En algunos casos, si se identifica un coágulo, se puede intentar “destapar” la arteria con un cateterismo dentro de las primeras 24 horas de sucedido.

Entonces, ¿cómo prevenir un ACV?

El 90% de los ACV se producen debido a factores de riesgo o predisponentes, por lo que es importante adoptar hábitos saludables para reducir las posibilidades de padecerlo. Entre ellos se destacan:

  • Evitar la hipertensión, manteniendo la presión arterial por debajo de 140/90.
  • Reducir el colesterol y el azúcar (diabetes) con controles periódicos con el médico de cabecera.
  • Mantener un peso saludable.
  • Realizar actividad física moderada, por ejemplo, caminar 30 minutos por día
  • Mantener una alimentación saludable, rica en verduras, frutas y pescado, con menor consumo de carnes rojas, embutidos y frituras.
  • Evitar el consumo de cigarrillo.
  • Limitar el consumo alcohol
  • Evitar el consumo de drogas ilegales, especialmente cocaína y drogas endovenosas como la heroína.
  • Identificar y tratar la fibrilación auricular, un tipo particular de arritmia, que produce coágulos y es causante de un 20-30% de los ACV isquémicos.
  • Cuidar la oclusión de arterias carótidas y cerebrales
  • Prestar especial atención en casos de ACV o accidente isquémico transitorio (AIT) previo.
  • Saber cuáles son los síntomas de un ACV y actuar rápidamente.
 ¿Cómo se rehabilitan las secuelas de un ACV?

Todos los pacientes que padecieron un ACV y presentan secuelas pueden rehabilitarse.

Para ello es ideal comenzar las primeras semanas, ya que los mayores beneficios se obtienen durante el primer año de sufrido el evento. La rehabilitación dependerá del tipo de secuela y la severidad del cuadro. En algunos casos se realiza en centros de rehabilitación y en otros en forma ambulatoria.

Si bien puede variar según los síntomas, las prácticas que se realizan más frecuentemente son kinesiología, fonoaudiología, terapia ocupacional y rehabilitación cognitiva. En ese sentido, es importante que la rehabilitación esté indicada y sea realizada por profesionales.

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