La motivación es clave para tratar el sobrepreso y la obesidad

El primer contacto médico-paciente con sobrepeso u obesidad suele ser determinante para la evolución del tratamiento. Diversos estudios demostraron que la clave del éxito en el control del peso depende del grado de adherencia a la dieta, es decir, que la persona se sienta cómoda con ella. Y esto a su vez depende del nivel de motivación que experimente, situación en la que el profesional médico puede aportar en gran medida al estimular la energía o iniciativa que el paciente trae consigo al iniciar el camino de pérdida de peso.

El nivel de motivación puede evaluarse en las primeras consultas a través de una entrevista motivacional en la que no sólo se tendrá en cuenta la respuesta en sí misma sino la convicción que refleja al contestar. Si está decidido a comenzar el tratamiento; si se siente con fuerza para hacerlo; por qué desea bajar de peso y qué está dispuesto a hacer para lograr un cambio de hábitos alimentarios, serán algunas de las cuestiones a abordar.

Como contracara es importante que el médico brinde detalles sobre el estado de salud actual y el tratamiento a encarar, con las palabras adecuadas, apuntando a la escucha y la comprensión. El consultorio debe ser un lugar de bienestar y de pertenencia para poder trabajar en temas tan arraigados como la forma de alimentarse. Para una patología como la obesidad, el diseño del tratamiento debe considerar no sólo los hábitos alimentarios sino la conducta alimentaria social, el nivel de ansiedad y la autopercepción. Si bien la propuesta varía según el caso, se trabajará en pos de lograr el consumo de alimentos saludables combinados con una rutina específica de actividad física y, en ciertos casos, con fármacos que alienten la saciedad y disminuyan la ansiedad por comer productos palatales.

En conjunto con el paciente, se podrán establecer objetivos que sean asumibles, realistas y pactados. Por ejemplo: la pérdida de peso, el mantenimiento del peso perdido y la no recuperación de los kilos descendidos. Para preservar las expectativas de logros por parte del paciente, es ideal comenzar con metas sencillas, claras, realistas y a corto plazo para evitar la frustración, que es muy frecuente en este tipo de patologías crónicas. Luego, se trabajará en aumentar la motivación y en darle un refuerzo positivo con la superación de las mismas.

Discriminación

En general, las personas que padecen obesidad o sobrepeso elevado (en especial en el caso de las mujeres) suelen experimentar un sentimiento de discriminación social, lo que provoca una disminución de la autoestima y de la calidad de vida. Esto produce complicaciones para renunciar a la recompensa inmediata con alimentos. En estos casos, es importante no juzgar al paciente si acude a la consulta con un peso superior al anterior por no poder controlar la ingesta sino acompañarlo en un reinicio. Es muy valioso que haya decidido asistir: esto indica que no es indiferente a su conducta y necesita ayuda extra en el tratamiento. Resulta útil trabajar con preguntas para saber qué le pasó y en qué momentos sintió deseos de comer alimentos no acordados. De esta manera, podrá diferenciar por sí mismo cuál es su conducta real y cuál es la que debería asumir. El profesional no debe olvidar que el paciente es responsable de escoger y realizar ese cambio para su vida.

Desde la subjetividad del paciente, el proceso de cambio de hábitos posee varias etapas a las que debe ajustarse el tratamiento nutricional para evitar rechazos, interpretaciones incorrectas o falta de efectividad. Las mismas son:

1)      Precontemplación. En esta etapa el paciente todavía no considera que su conducta sea motivo de preocupación, por eso es importante que el médico proporcione información objetiva sobre los beneficios de bajar de peso como la disminución de riesgo de enfermedades cardiovasculares. En este momento, además, es necesario impulsar al paciente a creer en su autoeficiencia, es decir, en su propia capacidad de modificar las conductas nocivas.

2)      Contemplación. El paciente ya reconoce el problema y piensa en la posibilidad del cambio, por lo que el nutricionista deberá ayudarlo a desarrollar habilidades para mudar de conducta, ofrecer apoyo y proporcionar material de soporte, como un registro diario de comidas. En este momento son clave los objetivos concretos, útiles, alcanzables y medibles a corto plazo, como la pérdida de una determinada cantidad de peso o la disminución de la tensión arterial. También hay objetivos que pueden tener un efecto más gratificante para la persona, como poder atarse los zapatos, respirar y dormir mejor.

3)      Acción. En esta fase es importante incrementar el sentido de la autoeficacia, ofreciendo apoyo y ayudando al paciente a prepararse ante posibles problemas.

4)      Mantenimiento. Muchas veces aparece la añoranza del placer que provocaban las actitudes que se están abandonando, por ejemplo consumir determinados alimentos hipercalóricos o una siesta en el sofá en lugar de hacer deporte. En estos momentos, es necesario preparar al paciente ante la posibilidad de una recaída. Se recomienda evaluar en conjunto las situaciones de alto riesgo y desarrollar habilidades de afrontamiento.

5)      Recaída. La tarea del nutricionista es ayudar al paciente a comprender los motivos del episodio y colaborar en la formulación de planes para el próximo intento, promoviendo la autoconfianza. Es imprescindible que este hecho no se vea como un fracaso sino como algo normal en el proceso e incluso necesario en un contexto de aprendizaje.

 

Asesoró Dra. Rosa Labanca (M.N. 44520), Médica Nutricionista Universitaria, Directora de Centro de Asistencia-Docencia-Investigacion de SAOTA y Representante por Argentina ante la Sociedad Mundial de Obesidad (IASO)

 

 

 

 

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